- TOING, TOING, TOING.
- tang, tang, tang, tang, tang, tang, tang, tang.
Son las 8.00 de la noche, la tercera llamada a misa así lo hace saber.
Simbólico, como una de los edificios característicos del barrio antiguo, se erige el templo de San José de Analco. Sus dos cuerpos estilo plateresco rematados en un ático, voltean hacia la centralidad histórica de la ciudad, miran hacia la madre de todas las iglesias, tratando de imitar sus pasos, sus decires, sus aborrecimientos.
Su mirada es hacia el punto donde se oculta el sol, para dar paso a su luz propia que brota desde la obscuridad que provoca el movimiento de rotación. Luz que ilumina, que enciende, pero también, luz que llega a quemar por la intensidad de su simbolismo. Frente a él, cual si fuesen sus extremidades inferiores se desenrolla aquel espacio público, conocido por todos como el Jardín de Analco. Mancha arbolada como la alfombra que cada fin de semana hace transportar al mundo mágico, a las parejas que llenas de valor osan cruzar la puerta de madera del templo para signar su compromiso de fidelidad. Puerta coronada por las imágenes -que atestiguan- de la Virgen María y el Sr. San José, quienes son flanqueados por ornamentos indígenas.
Alfombra verde intenso, sombreada por los extensos brazos de eucaliptos, así es la plaza del Jaerdín de Analco. Irrumpida al centro por una monumental fuente de agua verdosa, por los caminamientos recubiertos con mosaicos en forma de damero en color alternado gris y rojo oxido y por un sin fin de bancas de concreto de respaldo oleado erguido al centro y descansabrazos surcados que alcanzan casi el piso. Áreas jardinadas para que los niños de pantalón azul marino, camisa a cuadros blanco y azules y choclos color rasposo, trasladen el juego inconcluso de la escuela Abel Ayala al jardín de Analco. Bancas para que las señoras mientras habilidosamente dan un derecho y un revés se solidaricen con lo sucedido a la chole, la hija de 15 años de doña Mariquita. Explanadas para que las mujeres caminen apresuradamente tratando de recuperar el tiempo gastado con la vecina que sentada al pie de la puerta le platicó de la pérdida de trabajo de su esposo, pero sobre todo, andar apresurado para alcanzar asiento en las primeras filas del templo, desde el cual, el padre José se percate de su presencia en el rosario. Caminamientos para que circule don Ramón, el mecánico ennegrecido hasta el alma y, sobre todo, hasta los pulmones. Amplios andadores para que camine la prostituta, que puntual acude a su lugar donde despacha, allá, cruzando la calle de Gómez Farías, exactamente donde termina el barrio de Analco e inicia el de San Juan de Dios, la cual a momentos quisiera ser transparente para no ser vista, sin embargo, el agudo sonido de sus tacones y el grave aroma de la loción a granel la hacen visible, y que al no percibir ningún contenido dentro su bolsa negra de charol preferiría no sólo ser vista. La banca del cruce de Guadalupe Victoria y 5 de Mayo, que las 24 horas del día sirve de hogar a aquella treintena de adolescentes, otros no tanto ya, encargados –mientras escuchan en la casetera “drunk again, autoría de Toncho Pilatos- de darle uso y significado a las fronteras socioespacial y, englobar a todos y cada uno de los habitantes por medio del sentido de pertenencia de grupo. Y por qué no, significar la cohesión a través de la virilidad del barrio.
Acá es Octubre de 1968, el imaginario colectivo se encuentra en una disyuntiva; pensar en los aros olímpicos a la idea del Barón de Coubertin o pensar en los orígenes y símbolos del CGH.
Hoy, es junio de…, el año de la posmodernidad que quieran asignarle. Hoy, vemos un barrio desolado, la banca de Guadalupe Victoria esquina con 5 de Mayo, pintada de color ocre y rojo óxido, es el único vestigio del pasado. Brochazos no suficientes para borrar la leyenda de la placa que aun yace en el respaldo izquierdo:
- tang, tang, tang, tang, tang, tang, tang, tang.
Son las 8.00 de la noche, la tercera llamada a misa así lo hace saber.
Simbólico, como una de los edificios característicos del barrio antiguo, se erige el templo de San José de Analco. Sus dos cuerpos estilo plateresco rematados en un ático, voltean hacia la centralidad histórica de la ciudad, miran hacia la madre de todas las iglesias, tratando de imitar sus pasos, sus decires, sus aborrecimientos.
Su mirada es hacia el punto donde se oculta el sol, para dar paso a su luz propia que brota desde la obscuridad que provoca el movimiento de rotación. Luz que ilumina, que enciende, pero también, luz que llega a quemar por la intensidad de su simbolismo. Frente a él, cual si fuesen sus extremidades inferiores se desenrolla aquel espacio público, conocido por todos como el Jardín de Analco. Mancha arbolada como la alfombra que cada fin de semana hace transportar al mundo mágico, a las parejas que llenas de valor osan cruzar la puerta de madera del templo para signar su compromiso de fidelidad. Puerta coronada por las imágenes -que atestiguan- de la Virgen María y el Sr. San José, quienes son flanqueados por ornamentos indígenas.
Alfombra verde intenso, sombreada por los extensos brazos de eucaliptos, así es la plaza del Jaerdín de Analco. Irrumpida al centro por una monumental fuente de agua verdosa, por los caminamientos recubiertos con mosaicos en forma de damero en color alternado gris y rojo oxido y por un sin fin de bancas de concreto de respaldo oleado erguido al centro y descansabrazos surcados que alcanzan casi el piso. Áreas jardinadas para que los niños de pantalón azul marino, camisa a cuadros blanco y azules y choclos color rasposo, trasladen el juego inconcluso de la escuela Abel Ayala al jardín de Analco. Bancas para que las señoras mientras habilidosamente dan un derecho y un revés se solidaricen con lo sucedido a la chole, la hija de 15 años de doña Mariquita. Explanadas para que las mujeres caminen apresuradamente tratando de recuperar el tiempo gastado con la vecina que sentada al pie de la puerta le platicó de la pérdida de trabajo de su esposo, pero sobre todo, andar apresurado para alcanzar asiento en las primeras filas del templo, desde el cual, el padre José se percate de su presencia en el rosario. Caminamientos para que circule don Ramón, el mecánico ennegrecido hasta el alma y, sobre todo, hasta los pulmones. Amplios andadores para que camine la prostituta, que puntual acude a su lugar donde despacha, allá, cruzando la calle de Gómez Farías, exactamente donde termina el barrio de Analco e inicia el de San Juan de Dios, la cual a momentos quisiera ser transparente para no ser vista, sin embargo, el agudo sonido de sus tacones y el grave aroma de la loción a granel la hacen visible, y que al no percibir ningún contenido dentro su bolsa negra de charol preferiría no sólo ser vista. La banca del cruce de Guadalupe Victoria y 5 de Mayo, que las 24 horas del día sirve de hogar a aquella treintena de adolescentes, otros no tanto ya, encargados –mientras escuchan en la casetera “drunk again, autoría de Toncho Pilatos- de darle uso y significado a las fronteras socioespacial y, englobar a todos y cada uno de los habitantes por medio del sentido de pertenencia de grupo. Y por qué no, significar la cohesión a través de la virilidad del barrio.
Acá es Octubre de 1968, el imaginario colectivo se encuentra en una disyuntiva; pensar en los aros olímpicos a la idea del Barón de Coubertin o pensar en los orígenes y símbolos del CGH.
Hoy, es junio de…, el año de la posmodernidad que quieran asignarle. Hoy, vemos un barrio desolado, la banca de Guadalupe Victoria esquina con 5 de Mayo, pintada de color ocre y rojo óxido, es el único vestigio del pasado. Brochazos no suficientes para borrar la leyenda de la placa que aun yace en el respaldo izquierdo:
“TOM DE ANALCO”
LC 23 de Septiembre.
¿Algún día podremos volver a vivir juntos?
¿Podremos unir los cinco protagonistas de aquellos años 68?
José Manuel Salas Tafoya
LC 23 de Septiembre.
¿Algún día podremos volver a vivir juntos?
¿Podremos unir los cinco protagonistas de aquellos años 68?
José Manuel Salas Tafoya

Tom:
ResponderEliminar¿Por qué no entra en tu narración el jardín de San Sebastián de Analco? ¿Hay rivalidades entre los dos jardines-templos? En lo personal me identifico más con el espacio del Patio de los Ángeles, sobre todo desde que en 1992 se instalaron ahí los históricos monumentos a Cuauhtémoc y a Tenamaztli, ante los cuales -por cierto- danzo arrebatadamente como azteca de otro mundo cada 26 de febrero.