viernes, 19 de junio de 2009

Reflexiones sobre nuestro hábitat contemporáneo

Vaya problema, tener que olvidarme ahora de todas aquellas cosas que tuve que recordar para poder empezar a escribir… y precisamente entonces realizar correctamente este escrito. No se si pueda, pues justamente ahora al abandonar tanto de todo y de todos, no me queda mucho por decir. Solo intentaré expresarme de manera “natural”.
Tratando de viajar ligero o solo con equipaje de mano, cómodamente puedo decir que no miro con claridad mi ciudad, las áreas para caminar son tan breves que los traslados se tornan vertiginosos. La costumbre del viaje a hecho que las cosas inicialmente consideradas impropias o erróneas me parezcan ahora normales y después ideales, mi capacidad de asombro es menguada por una mayoría poderosa que repite determinados sistemas y estructuras haciéndolos parecer como respuestas congruentes al ciclo contemporáneo.
A veces al tratar de establecer una lógica en la cuestión del gusto social por determinadas alternativas espaciales, me inclino a favor de las propuestas de vanguardia. Sin embargo, al poner de lado las cuestiones de confort personal y pasar a un plano más general, la balanza se vuelve a inclinar de manera contraria, confrontando las dos posturas. Por un lado se pueden observar espacios suntuosos de privilegio, muy tecnificados, como lugares de olvido. Éstos dejan ver una parte de ciudad mecanizada, cuya producción puede sacar en un buen día 400,000 viviendas, 25,000 espacios comerciales y otros tantos miles de lugares para el ocio y entretenimiento, todos ellos tienen como común denominador que no son comunes y tienen como característica principal que son diferentemente iguales. La multiplicidad de estos espacios territoriales parece indicar que hemos descubierto la manera ideal de hacer ciudad. Quizá así sea, pero ¿que hay de los espacios estéticamente muertos por el poco flujo humano? Y ¿que hay de aquellos otros lugares que se han vuelto públicamente privados? No lo se, valdría la pena preguntárselo detenidamente a las personas involucradas en dicho fenómeno y preguntárnoslo a otros que experimentamos esta vivencia desde fuera.
No podría decir que terminé con esta reflexión, porque no se si empecé realmente, pero dejo papel para seguir el dialogo libre que permita fluir solo el sentir personal sobre este fenómeno, vislumbrado como una alternativa propia de la ciudad global.
César Abraham Hernández Rodríguez

2 comentarios:

  1. César:
    subiste dos veces tu mismo texto aunque el más reciente tiene ligeras diferencias respecto del primero. ¿Por qué no eliminas la versión anterior? No es necesario volver a subir entradas nuevas sino que puedes editar la anterior, ahí están los comandos para hacerlo.

    ResponderEliminar
  2. César, borré el texto anterior. Espero que esté bien. ;-)

    ResponderEliminar